El primer paso en este sentido debe ser la dignificación de la profesión docente.
En las ocasiones en que Colombia ha participado en estas pruebas educativas, los resultados han sido deficientes y nos han situado en el cuarto y último nivel posible, muy lejos de los países con economías industrializadas.
Más importante aún, la documentación disponible demuestra que ningún país desarrollado se encuentra por debajo del primer nivel de desempeño y que ninguna de las denominadas economías emergentes se encuentra por debajo del segundo nivel.
Lo anterior significa que, sin una educación de calidad, evaluada en términos de pruebas estandarizadas internacionalmente, no nos será posible desarrollarnos social ni económicamente. Esta realidad, que se aplica tanto a nivel nacional como distrital, demuestra que no podemos esperar un día más para emprender las reformas que requiere nuestra educación pública.
En este contexto, debemos adelantar una profunda transformación del sistema de educación pública como parte de la estrategia para fomentar la igualdad, la competitividad y el desarrollo económico de la ciudad. Esta estrategia, que debe mantener y fortalecer aquellos temas en que se ha sido exitoso en años recientes, se fundamenta en el fortalecimiento de la labor docente .
En este sentido debe ser la dignificación de la profesión docente, con el diseño de un modelo de compensaciones y salarios que sea consistente con la importancia de la actividad desarrollada. Se deben emprender acciones para profesionalizar en forma creciente la labor en referencia y trabajar para aumentar el reconocimiento social de los formadores de los futuros ciudadanos. Esto, a su vez, permitirá un mejor diseño curricular orientado a un aprendizaje que logre potenciar las competencias de los estudiantes.
A través de la Jornada Única se garantiza mayor exposición a un ambiente educativo y se logra un incremento del 100 por ciento en el número de horas de trabajo escolar con respecto al esquema actual.
Es claro que para lograr lo antes propuesto se requieren importantes inversiones en recursos humanos, dotaciones e infraestructura, pero es igualmente cierto que no podemos fracasar en el proceso de mejoramiento de la educación. Simplemente, no existe estrategia distinta para romper la trampa de pobreza en que se encuentran tantos conciudadanos, ni para alcanzar la meta de convertirnos en una sociedad desarrollada.